¿Qué son los valores? Sencillamente, las creencias particulares, personales, individuales, que usted sustenta en relación con lo que le parece importante. Sus valores son sus sistemas de creencias por ejemplo sobre lo justo y lo injusto, lo bueno y lo malo. El psicólogo A. Maslow habla de los artistas, pero el argumento tiene validez universal. Nuestros valores son las cosas hacia las cuales hemos de tender necesariamente; de lo contrario, no nos sentimos plenamente realizados.
La sensación de congruencia, de armonía y unidad personal con uno mismo deriva del sentimiento de estar realizando nuestros valores a través de nuestro comportamiento real. Incluso determinan
aquello de lo que huiremos. Rigen todo nuestro estilo de vida. Determinan cómo reaccionaremos ante cualquier experiencia vital dada. Vienen a ser como el sistema operativo de un ordenador. Cuando usted introduce un programa, que el ordenador lo acepte o no y que lo use o no, dependerá del sistema operativo que traiga programado de fábrica.
Los valores son como el sistema operativo del discernimiento en el cerebro humano.
Desde cómo viste, qué coche conduce, en qué casa vive uno y con quién se casa (si es que se casa), hasta cómo educa a sus hijos, desde las causas que uno apoya hasta lo que elige hacer para ganarse la vida, la influencia de los valores no conoce límites.
Son la base que define nuestras reacciones ante cualquier experiencia de la vida. Son también la clave definitiva para quien quiera predecir su propia conducta así como 'SI la de los demás: la llave maestra que abre la caja de nuestra magia interior.
Siendo así, ¿de dónde proceden esas instrucciones tan poderosas acerca de lo justo y lo injusto, lo bueno y lo malo, lo lícito y lo ilícito? Puesto que los valores son creencias concretas, de fuerte contenido emocional y vinculadas, proceden de las mismas fuentes:
El medio ambiente desempeña cierto papel, empezando desde la infancia. El padre
y —sobre todo en las familias muy tradicionales— la madre juegan un papel de primer orden en la programación de la mayor parte de los valores originarios. Ellos les han dado expresión al decirle a uno constantemente lo que debía o no debía hacer, decir y creer. Si uno aceptaba los valores de
ellos, recibía la recompensa y era un buen niño o niña; si los rechazaba, llovían reconvenciones y uno era una «mala pieza» (en algunas familias, si persistía en rechazarlos recibía un castigo).
En realidad, la mayor parte de nuestros valores han sido programados por medio de esa técnica de premios (o recompensas) y castigos. Cuando crecimos un poco más, encontramos en el grupo de los compañeros otra fuente de valores. La primera vez que habló usted con los niños de la calle tal vez
descubrió que ellos tenían valores distintos de los suyos.
Usted no tardó en mezclar los de ellos con los suyos, o quizá modificó los propios, porque de no hacerlo le habrían zurrado o, peor aún, ¡no le habrían admitido en sus juegos!
En el curso de su vida, usted ha ido creándose nuevos grupos de compañeros, ha aceptado nuevos valores, o los ha adaptado,y ha implantado los suyos en otras personas. En su vida habrá tenido además héroes, o tal vez antihéroes; y como admiraba su conducta, procuraba emularla tal como la veía.
Muchos jóvenes se inician en las drogas porque sus héroes, aquellos cuya música idolatran, dan muestras de apreciar las drogas. Hoy, por fortuna, muchos de esos héroes (dándose
cuenta de su responsabilidad y de que, en tanto que personajes públicos, tienen oportunidad de configurar los valores de gran número de individuos) procuran dejar bien sentado que ellos no consumen ni promueven el consumo de drogas.
Muchos artistas se han declarado partidarios de cambios positivos en el mundo, con lo cual configuran los valores de muchísimas personas. Por haber comprendido el poder de
los medios de comunicación, Bob Geldoff (el célebre promotor de Live Aid y Band Aid para luchar contra el hambre mundial) supo movilizar los valores de otras muchas estrellas influyentes. Con su esfuerzo colectivo y su ejemplo, ellos ayudaron a consolidar el valor de la generosidad y el altruismo
para con el prójimo.
Muchos, que no creían que ese valor pudiera ser tan importante en su vida, cambiaron de conducta cuando vieron que sus héroes —Bruce Springsteen, Michael Jackson, Kenny Rogers, Bob Dylan, Stevie Wonder, Diana Ross, Lionel Richie y tantos más— les decían directa y diariamente, a través de su música y sus vídeos, que hay seres humanos en peligro de muerte y que es preciso hacer algo.
Lo mismo ocurre con el fenómeno altruista de la "Teletón" en Chile, que promueve la generosidad en una obra que apoya la rehabilitación de personas discapacitadas.
En estos ejemplos es importante hacer constar el poder de los medios para la creación y orientación de valores y de conductas.
La formación de valores no es privilegio de los héroes.
Ocurre también en la vida profesional, donde sigue funcionando el mismo sistema de premios y castigos. Cuando uno trabaja por cuenta ajena, si quiere progresar dentro de la empresa
tendrá que asumir algunos de los valores de ella.
Si no comparte usted los valores de su superior es posible que se le cierre el camino de los ascensos. Además, y para empezar, si no comparte los valores de la empresa nunca llegará a sentirse
a gusto en ella. En nuestro sistema de enseñanza, los maestros dan expresión constantemente a sus propios valores, y muchas veces recurren de manera inconsciente al sistema de premios y castigos para conseguir que aquéllos se adopten.
Nuestros valores también cambian cuando cambiamos de metas o de autoimagen. Si usted se ha planteado el objetivo de ser el número uno de la compañía, cuando lo consiga, además de ganar más dinero esperará de quienes le rodean otras cosas diferentes. Sus puntos de vista sobre el trabajo
cambiarán también. Verá de otra manera lo que hoy consideraría
como un buen medio de transporte. Incluso puede que cambie de amistades, para que estén en consonancia con la «nueva» imagen que tendrá de sí mismo. En vez de salir a compartir
una cerveza con los amigos, tal vez prefiera tomar un agua mineral en la oficina y compartir con sus tres socios nuevas ideas de cambios favorables de la empresa.
El coche que uno conduce, los lugares que frecuenta, los amigos que le rodean, lo que uno hace, todo ello refleja su autodefinición, la imagen que tiene de sí mismo.
Incluso es posible que la misma incorpore lo que el psicólogo industrial Robert McMurray ha llamado «símbolos invertidos del yo», y que también son demostración de valores. Por ejemplo, el
hecho de que alguien conduzca un coche barato no significa que no tenga buena opinión de sí mismo, ni que conceda una importancia exagerada al consumo de gasolina cada cien kilómetros.
A lo mejor quiere demostrar, mediante el uso de símbolos incongruentes, que está por encima del rebaño común.
Un gran sabio, o un empresario con la cuenta corriente bien repleta, tal vez quieran representarse a sí mismos y representar ante los demás que ellos son especiales, eligiendo para ello un coche de segunda mano, barato y sencillo. El multimillonario que vive en una casa sencilla quizá sea muy avaro del terreno edificable, o quizá pretenda hacer demostración de quién sabe qué valores originales ante sí mismo y ante los demás.
Hasta aquí podemos comprender que es importante saber descubrir cuáles son nuestros valores.
La dificultad estriba en que, para la mayoría de las personas, dichos valores son en gran parte inconscientes.
A menudo los individuos no saben por qué hacen ciertas cosas; simplemente, se sienten impelidos
a hacerlas.
Por lo general, las personas desconfían de quien tiene valores muy diferentes de los suyos, y se sienten incómodas en su presencia.
Muchos de los conflictos que tenemos en la vida son conflictos de valores, y lo mismo puede decirse de la vida de las comunidades tanto a nivel local como a escala internacional, y no digamos en lo tocante a las guerras:
véase, si no, en el Medio Oriente.
¿Y qué pasa cuando un país conquista a otro? Que los vencedores intentan imponer los valores de su cultura.
No sólo difieren entre sí los valores de distintos países y pueblos, sino que para cada persona, además, unos son más importantes que otros. Casi todos nosotros trazamos una raya más allá de la cual no valen bromas ni se transige.
Para unos puede ser la sinceridad, para otros la amistad.
Algunos hombres mentirán para defender a un amigo, aunque también
juzguen importante la sinceridad. ¿Cómo son capaces de hacer eso? Pues porque, en la situación dada, la amistad ocupa un lugar más alto en su escala de importancia (es decir, en su jerarquía de valores) que la sinceridad.
Usted quizá valore en mucho el éxito en su trabajo, pero también la intimidad de la vida familiar; de manera'que se producirá un conflicto si ha prometido regresar a casa temprano para pasar la tarde con su familia, pero se presenta una oportunidad de hacer un buen negocio.
Lo que haga en ese momento dependerá de cuál sea el valor situado más alto. Así que, en vez de
decir que es malo dedicar demasiado tiempo a los negocios y descuidar a la familia, o viceversa, dediqúese a descubrir cuáles son en realidad sus valores.
Sólo entonces comprenderá por qué hace ciertas cosas o por qué las hacen otras personas.
Para entender cómo actúan los seres humanos, los valores son de utilidad primordial.
Al objeto de tratar eficazmente con las personas hemos de saber qué es lo que más les importa, o sea concretar la jerarquía de valores por la que se guían.
A falta de ello, tendremos una gran dificultad en comprender las conductas elementales de los demás. Por el contrario, una vez poseamos ese dato estaremos en condiciones de predecir cómo se comportará un individuo prácticamente ante cualquier conjunto de circunstancias.
Y si conoce usted su propia jerarquía de valores, se hallará en disposición de resolver cualquier relación o representación interna que le origine un conflicto.
Recuerde : no hay éxito verdadero si no se respetan los valores básicos.
A.R.


