Todo
lo que ensanche la esfera de la capacidad humana,
demostrando
que el hombre puede alcanzar algo
que
no creía realizable, tiene valor.
BEN
JOHNSON
Hay
dos ideas principales que contradicen lo que desde siempre nos han
venido enseñando.
La primera: que convence más la transigencia que la conquista.
Vivimos en una
sociedad partidaria de la competencia y que gusta de trazar una línea
entre vencedores y perdedores, como si tal hubiera de ser el
resultado de toda interacción.
Hace algunos años, un anuncio de
cigarrillos transmitía este mensaje:
«Prefiero
luchar que cambiar», y presentaba a un individuo que exhibía con
orgullo un ojo amoratado por un hematoma, como prueba de fidelidad a lo suyo sin
importar de qué se tratase.
Sin
embargo, todo lo que alude a los conocimientos acerca de la
comunicación muestra que el modelo competitivo adolece de muchas
limitaciones. Cuando se considera a otro como un competidor, como
alguien a quien vencer, se sitúa de entrada en una postura de
oposición.
Si
aplicamos los conocimientos de las comunicaciones exitosas, sin
embargo, dice que hay que edificar sobre los puntos comunes, y no
sobre los conflictivos, que es necesario «ponerse a la altura» y
dirigir en vez de querer vencer la resistencia mediante la violencia.
Desde luego, es más fácil decirlo que
hacerlo.
Aún así, podemos cambiar nuestros patrones de
comunicación por medio de una actitud de vigilancia permanente y
consciente.
La
segunda idea es que nuestros patrones de comportamiento no están
grabados en nuestro cerebro con carácter indeleble.
Cuando
hacemos reiteradamente algo que nos limita, no es que suframos alguna
dolencia mental abstrusa, sino, simplemente, que estamos repitiendo
un patrón mental que no nos conviene. La solución consiste,
sencillamente, en romper ese patrón, dejar de hacer lo que hacemos e
intentar algo nuevo.
No somos unos robots conectados permanentemente a traumas personales
apenas recordados.
Cuando
hacemos algo que no nos gusta, basta con reconocerlo y cambiarlo.
¿No
dice la Biblia que «seremos cambiados en un instante, en un abrir y
cerrar de ojos»? Podemos ser lo que queramos ser.
El
fondo común de ambas ideas es la noción de flexibilidad.
El
que tiene dificultades para montar un rompecabezas no adelanta nada
si se empeña en ensayar una y otra vez la misma solución. Para
resolverlo hay que mostrarse flexible, cambiar,
adaptarse experimentar, ensayar otra cosa.
Cuanto
más flexible sea usted, más opciones creará, más puertas será
capaz de abrir y más éxitos conocerá.